En cada una de sus últimas confrontaciones con los rivales, Microsoft ha jugado con éxito la carta de la plataforma, triunfando incluso sobre las aplicaciones más dominantes. Windows permitió que Microsoft desplazara el Lotus 1-2-3 con Excel, WordPerfect con Word, y Netscape Navigator con
Internet Explorer.
Esta vez, sin embargo, el choque no es entre una plataforma y una aplicación, sino entre dos plataformas, cada una con un modelo de negocio
radicalmente distinto: en un lado, un proveedor de software, cuya base masivamente instalada y sus firmemente integrados sistema operativo y APIs le proporcionan el control sobre el paradigma de programación; en el otro, un sistema sin un dueño, agrupado mediante una serie de protocolos, estándares abiertos y acuerdos de cooperación.
Windows representa la cumbre del control propietario mediante el software basado en APIs. Netscape intentó arrebatar el control a Microsoft usando las mismas técnicas que el propio Microsoft había utilizado contra otros rivales, y Falló. Pero Apache, que se aferró a los estándares abiertos de la web, ha prosperado.
La batalla ya no es desigual, una plataforma contra una sola aplicación, sino plataforma frente a plataforma, siendo más bien la pregunta qué plataforma, y más profundamente, qué arquitectura, y qué modelo de negocio, se ajustan más a la oportunidad que se presenta por delante.
Windows era una solución brillante a los problemas de la era inicial del PC. Igualó las condiciones para todos los desarrolladores de aplicaciones, solucionando una multitud de problemas que previamente habían asediado a la industria.
Pero una sola aproximación monolítica, controlada por un solo proveedor, ya no es una solución, es un problema. Los sistemas orientados
hacia las comunicaciones, algo que ciertamente es Internet como plataforma, requieren interoperabilidad. A menos que un proveedor
pueda controlar ambos extremos de cada interacción, las posibilidades de conseguir usuarios cautivos mediante el software basado en APIs son limitadas.
Cualquier proveedor de la Web 2.0 que intente asegurar los beneficios de su aplicación mediante el control de la plataforma, por definición, no estará contribuyendo al fortalecimiento de la plataforma. Esto no quiere decir que no haya oportunidades para asegurar beneficios y conseguir una ventaja competitiva, pero creemos que no se deben obtener mediante el control sobre el software basado en APIs y los protocolos. Hay un nuevo juego en marcha.
Las compañías que tendrán éxito en la era de la Web 2.0 serán las que entiendan las reglas de ese juego, en vez de intentar volver a las reglas de la era del software como producto.